03 marzo 2009

Yo misma.

Mi vida consiste en una rutina continua. Perderme entre libros, pasar días sin dormir, y al final de todo amigos y alcohol. Esto suena estúpido, pero todas las semanas de mi vida son iguales.

Paso horas y horas frente a libros que no me dicen nada, me privo de horas de sueño, acabo pasando unas pocas horas al final de la semana con mis amigos y la mayor parte de esas horas acabo bebiendo por sentirme un poco mejor con mi vida. Sin embargo, nunca me puse borracha, o me eché a llorar muriéndome de pena por los recuerdos. Eso lo reservo para otros días.

Cuando tengo tiempo libre, soy un visto y no visto, puedes pasarte un día pegado a mí sin perderme de vista y después estar sin verme siete días, cuando al quinto te enteras de que me he ido de viaje. Y que cuando llegue, me vuelvo a ir. Y te preguntas cuando podrás estar un día conmigo sin que parezca que estoy en otro planeta, porque la verdad, lo suele parecer. A veces tengo trances, o no sé como llamarlo, y de repente es como si despertase después de un lapso y digo un “¿qué?” algo aturdida, todo empieza a girar rápido hasta que me doy cuenta de donde estoy y de que no tengo ni idea de lo que ocurre a mi alrededor. Decidí irme un rato de esto a lo que denominamos mundo.

Suelo quejarme siempre de todo, nunca estoy conforme con nada, y nada me gusta lo suficiente. Aún así me emociono con facilidad (normalmente por cosas sin importancia) y con frecuencia me pierden las formas. Peco de sincera, aunque a veces resulte molesto, tampoco me importa demasiado. Odio las felicitaciones y los cumplidos, aunque a veces suelo hacer alguno, siempre digo lo que pienso (tanto bueno como malo), me paso el día juzgando al mundo y no suelo estar de buen humor (aunque parezca lo contrario).

Si no me apetece sonreír puedes ir olvidándote, porque no lo vas a conseguir, muy poca gente consigue hacerme sonreír cuando no tengo ganas. Me suelen entrar ataques de risa tontos en los que no puedo parar, y cuando parece que he terminado, vuelvo a empezar hasta que acabo ahogándome. Me cuesta mucho llorar, pero me encanta, yo creo que si pudiese me tiraría horas y horas llorando, bueno, ciertamente si suelo llorar a menudo, pero siempre es de felicidad. Cuando estoy triste no consigo llorar, pero me pongo a temblar y para que me está dando un ataque epiléptico (hace falta ser idiota), y cuando me emociono mucho me pica la nariz en vez de salirme dos lágrimas de los ojos.

Me gustan las nubes esponjosas, pero odio el no poder tocarlas con la mano (lo sé, es imposible), me gusta caminar oyendo música, me gusta cantar en inglés para mis adentros. Nunca canto en la ducha pero siempre muevo los labios mientras levanto la cabeza y el agua me cae en la cara. Alguna vez he estado a punto de caerme dentro de la lucha porque me suele dar por bailar oyendo alguna canción hasta que me doy cuenta de que es una locura. No soporto las uñas largas y siempre las llevo pintadas, más que nada para así quitarme el esmalte cuando me aburro. Me gusta oler la colonia de la gente cuando pasa a mi lado y también oler la mía todos los días, aunque ya sepa como huele. Me encanta entrar al baño después de que alguien se duche y notar el calor, la humedad y el olor a champú. Me encantan las tostadas los domingos, y también esos domingos de resaca que no quieres salir de la cama en todo el día. Me encantan las ramas de los árboles cuando se mezclan con el cielo, y los colores del otoño también. Me gustan esos mensajes inesperados o cuando suena el teléfono y te alegras de que te llamen aunque no tengas ni idea de quien es. Me gusta gesticular mientras hablo y cambiar el timbre de mi voz a medida que la frase avanza. Me encanta hablar rápido y atropelladamente, sin que se entienda la mitad. Me gusta estar sola en casa y tumbarme en el sofá a oír música con la luz apagada, aunque a veces doy un salto y me pongo a bailar.

Gasto gran parte de mi tiempo poniendo caras en el espejo, y si me hablas en uno de esos momentos, no te contestaré hasta que me de por satisfecha. Cuando leo me pierdo entre las páginas y resulta inútil llamar mi atención. Siempre estudio con música, siempre estoy oyendo música, adoro la música. Cuando me siento mal escribo o toco la flauta, bueno, a veces hablo con alguien, pero no muchas. Me encantan los atardeceres y las perspectivas. Me gusta debatir temas tanto estúpidos como importantes. Siempre suelo quitar tensión a las discusiones con alguna frase estúpida y suelo esconderme a los problemas, o esa impresión me da.

No suelo tirar nunca la toalla hasta que veo que de verdad llegó el momento de hacerlo, hasta que no puedo más. Nunca cuanto secretos y suelo parecer la Celestina, cosas de la vida. A veces siento que vivo más para los demás que para mí misma, y al final del día siempre acabo agotada aunque cuando me meto a la cama nunca puedo dormir y me dedico a traducir canciones mentalmente, tan tonta como parezco.

¿Qué si no hay cosas que odio? Te sorprendería saber cuentas. No soporto el tic-tac del reloj ni esos relojes de agujas que sólo tiene dibujadas las rayas. No soporto los cumplidos y mucho menos la gente que intenta quitarles importancia. No aguanto las mentiras, ni mucho menos a los mentirosos. Esas personas que se dan aires de grandeza me resultan insoportables y las personas que ocultan lo que son sólo para “encajar” me dan cierta pena. Me pone nerviosa que salte el aceite a las manos cuando estás friendo algo o que no se disuelva el Cola Cao en leche fría. No soporto a la gente que me cotillea todo sin pedir permiso o a los que te arrebatan el teléfono móvil de la mano y miran lo que nadie les ha dicho que miren. Me pone nerviosa dejarme el flash de la cámara quitado o cuando se me olvida quitarlo y sale en el espejo. Odio la televisión, me aburre y me parece una basura, sin embargo me gusta el cine. Me saca un poco de quicio los escépticos, los apáticos, los abúlicos y la gente extremadamente pesimista. Las cosas extremadamente perfectas consiguen agobiarme, es más, siempre estoy agobiada, aunque no pase nada, es una sensación continua. De vez en cuando, con alguna mala noticia, siento que no puedo respirar y de repente me quedo vacía: ni pienso, ni siento, ni hablo, ni me muevo. En el fondo, eso me gusta.

No pensar nada, oír pero no poder procesarlo y tener mil sensaciones pero no sabes cual es cada una y la verdad es que te da absolutamente igual. Simplemente es una sensación de paz extrema.

¿Qué que hay de lo que deseo? Eso seguramente sea tanto que no quepa en lo que queda de folio, pero… no sé que poner… El futuro… el futuro me da miedo. Como otras tantas cosas, pero el futuro más. Ni me gusta, ni me disgusta, simplemente me aterra y a veces prefiero huir de él, por eso no sé que poner. Estoy confusa. Creo que es comprensible.

Por cierto, siempre meto la pata y casi nunca me arrepiento de nada.

2 susurros:

Efímera. dijo...

No sé ni cómo empezar a escribirte.
Leer esta entrada ha sido como leerme a mí misma. Me he sentido identificada en la mayoría de sus líneas, y se me ha dibujado una sonrisa en el rostro, creo yo que de asombro y de algo de miedo, por darme cuenta de golpe de tantas facetas mías que muy pocas veces me paro a pensar. De verdad, me has dejado asombrada. Sobretodo en la primera parte, este año más que nunca me siento así, y me he sentido comprendida, por decirlo así. Ha sido como leer, digámoslo de esta manera, a mi "alma gemela/conciencia" sobre algo que guarda escondido muy adentro y que le cuesta demasiado sacar. Reconozco que me has puesto los pelos como escarpias (:
Un beso, y sigue escribiendo, que yo te seguiré leyendo :**

Miguel dijo...

Yo, yo, yo, yo, yo, yo, yo...
Pues si, todos pensamos en yo.

Asi la vida es una mierda.

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