06 abril 2012

Despertar

Pensar-te, ese pequeño placer que ocupa cada pequeño rinconcito libre de mi mente. Memorizar cada pequeño gesto, curva y movimiento. Fotografiar cada postura, sonrisa y mirada. Y recordar-te, ver pasar un fotograma tras otro, como si de una película se tratara.
Verte abrir los ojos por la mañana y escuchar un "te quiero" susurrado, casi mudo, casi inexistente. Y agarrarte, fuerte, hasta que mis músculos no pueden más, para decirte sin palabras "yo a ti también. Estoy aquí y no me pienso ir".
Forcejear y remolonear entre las sábanas, robarle horas a la noche y al día, juntar las horas, verlas pasar fugaces, volátiles. Y permanecer quietas (o no tan quietas) durante horas, disfrutando del silencio cómplice que nos rodea, que nos arropa y que, sin embargo, otras veces nos engulle.
Te incorporas, veo tu espalda desnuda y no puedo evitar agarrarte y devolverte de nuevo a la cama. Robarle más horas al día. Amanecer al anochecer y anochecer al amanecer.
Y ahora es cuando intento esconderlo todo bajo llave, dentro, muy dentro, para que así nunca se vaya. Para que cuando mañana abra los ojos, sigas ahí.