Una suave brisa se colaba por la ventana y allí estaba Marta: descalza, con un vestido blanco en el que se podía entrever el contorno de su cuerpo y sus rizos rubios perfectos cayendo sobre sus hombros, sentada en el alfeizar mirando de azotea en azotea, de ventana en ventana buscando algo, sin saber el qué.
Le temblaban las manos así que las aferró al borde del alfeizar. Cambió de postura: bajó las piernas y las dejó colgando sobre un ir y venir de coches y un amasijo de gente con prisas que vivían ajena a ella. Fue moviendo su cuerpo con varias sacudidas acercándolo hacia el borde, perdiendo cada vez más el equilibrio, notando como su corazón se aceleraba pero su cerebro no dejaba de realizar la orden. Comenzó a deshacer la prensa que hacía con cada uno de sus dedos sobre el cemento. Uno, dos, tres… “¡A la de diez!” pensaba, “y aquí habrá acabado todo”.
-¿Marta? –Llamó su madre al otro lado de la puerta- Baja a cenar, que la cena ya está lista.
Marta no contestó, ni siquiera se limitó a girarse y mirar hacia la puerta para ver si su madre había traspasado el umbral de su habitación, pero aun con todo se detuvo en seco. Su puerta estaba cerrada con pestillo, no podrían entrar ahí. Si querían encontrarla que fuese en la calle, y a poder ser cuando ya fuese demasiado tarde.
-¡Marta! ¿Me has escuchado? –Insistió su madre, y entonces intentó abrir la puerta. Intento fallido- ¿Qué haces? Abre y ve a cenar de una maldita vez, se te va a quedar fría la cena.
-No quiero cenar, es más, no pienso cenar –se dignó a contestar con desgana y falta de energía-.
-No empecemos otra vez con eso, –añadió su madre con desesperación- si no cenas hoy mañana llamaré a Cristina para que te dé cita urgente.
-Ni se te ocurra mamá, no voy a acudir.
-No has comido nada y ayer tampoco cenaste. Dudo que se pueda sobrevivir con una manzana como desayuno cada dos días, cariño. Irás, quieras o no, y sino ya sabes, baja a cenar inmediatamente.
-Termino unas cosas y voy…
-Abre y vas ahora mismo conmigo, no me fío de ti ni un pelo –dijo subiendo el tono de voz y golpeando una vez más la puerta-.
-Ya voy…
Marta volvió a sentarse debidamente y a bajar con cuidado, primero pasó una pierna y después la otra. Caminó hacia la puerta y abrió.
-Venga, vamos, pero… oye, ¿qué hacías? –preguntó su madre con curiosidad mientras miraba de un lado para otro de la habitación.
-Nada, terminar de copiar unos apuntes.
-Aquí hace algo de fresco, ¿no tienes frío?
-¡Ay mamá, no! ¡Déjalo ya de una vez, ya bajo!
-Cierra antes la ventana ¿no crees?
Marta se aproximó a cerrar la ventana y siguió a su madre con cansancio y torpeza, era tan frágil que parecía que se iba a partir en dos en cualquier instante y con cualquier movimiento, aunque sólo se apartase el pelo de la cara.
5 susurros:
Me encantaria saber de donde viene esa falta de fuerza que tiene marta! me gusta mucho leei! :)
Pensé que marta se tiraria por la ventana... Espero que sigas con la historia, tiene pinta de ser de lo mas entretenida. ;D
Marta descalza, con pánico a los espejos.
un miau sonrisa para ti
Seguiré esta historia, me llaman muchísimo la atención los secretos que pueda encerrar Marta.
Un beso MUYGRANDE :)
Ya sabes lo mucho que me gusta :)
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